miércoles, 12 de diciembre de 2018

La vereda de la casa de enfrente....

Amanda vivía en Pilar, su casa era de estilo colonial,dos columnas, paredes pintadas en rosa tenue y un gran macetero lleno de clavelinas revestían con elegancia la entrada principal. Además de un farol en latón calado, y el número del domicilio forjado en madera rústica con detalles de filigrana.
Aquella noche, su mamá Ángela se había ido a dormir temprano, su papá se hallaba en un congreso de medicina.Una fuerte discusión unos días antes,había provocado tal vez su enojo con cierto distanciamiento y rispidez entre ellos.Sin importarle la víspera natalicia,había decidido quedarse en su habitación,aludiendo un fuerte dolor de cabeza, similar a una migraña.

Se acomodó en el escalón debajo del farolito encendido, que a veces titilaba, como si quisiera cada tanto apagarse.
Desde allí contemplaba los fuegos de artificio en el cielo,a medida que transcurrían las horas se intensificaban.Le llegaban el bullicio, ir y venir de autos, voces ....En el firmamento parecían estrellas fugaces después de cada explosión,al final sólo tenues cenizas perdidas .
Nochebuena en vísperas, festejos, reuniones familiares,amistosas en un pueblo agrícola y ganadero de Buenos Aires .

Fue así ,como Amanda se asomó a la casa de la vereda de enfrente, cuidando no ser descubierta, además el cerco de ladrillos no era tan alto.... Sus ojos parecían dos luciérnagas detrás de la pared y no era porque quizás había perdido con el ventarrón su muñeca preferida de niña.
¿Qué esperaba ella encontrar en la casa de la vereda de enfrente?.....
Eran casas en un barrio de amplias galerías con las bicicletas y pelotas de juego en las entradas ,jardines de rosas y hasta pequeños huertos en sus fondos. 

Pudo entonces ver muchas cosas....
Despacito,acomodó sus brazos,en puntas de pie apoyo el mentón sobre sus manos y observaba.Una mesa larga con un mantel inmaculado ,un centro de flores,copas y utensilios. Servilletas, jarras,platos apilados y, ubicados en otra mesita cerca de la pileta,donde nadaban unos velones navideños. Un poco más lejos,en una penumbra sobresalía un pino viejo disfrazado de árbol de Navidad,arropado con guirnaldas. Debajo del pino,a la altura de sus raíces estaban los regalos con moños de colores vivos.Las sillas perfectamente acomodadas esperando a los invitados...En cada esquina flores recién arrancadas en tarros de vidrio rústicos.
También en la mesa había panecillos con semillas, canastas de frutos secos y pequeños budines de vainilla , todos individuales.Reinaba el buen gusto.Las copas parecían de cristal puro,con hilos dorados y cánulas trabajadas . A su abuelo Luigi le encantaba servir en unas parecidas ,el exquisito champagne francés en el brindis de fin de año,recordó inclusive que se enorgullecía haciendo de gran sommelier.
Al segundo, descubrió la parrilla,el carbón encendido que dejaba escapar el aroma de alguna carne asada .
La casa de enfrente brillaba.
Amanda anhelaba un poco de cada cosa,un silla para sentarse,una copa para brindar,un trozo de carne para disfrutar,un regalo para abrir...
¿Hasta cuándo se quedaría allí?.Ese no era su lugar.Si un vecino la viera,¿qué pensaría?...
Cruzó la calle hacia su casa con cierta pena.Todo su interior estaba habitado por una inmensa oscuridad. No había luz que se filtrara por los ventanales.Nada había que la cobijara como un pañuelito.
Su mamá aún dormía. Se acercó a ella esperando verla despierta,pero no.No hubo sirenas,llamados telefónicos,mensajes de texto, la bocina del tren cercano que pudieran , sólo descansaba como un día cualquiera.
Después de las 12 sonarían las campanas, la mayoría de los vecinos saldrían con sus reposeras a la puerta hasta entrada la madrugada.Costumbre pueblerina.
Al rato Amanda sintió hambre,abrió la alacena donde encontró un turrón de castañas e higos,se sirvió un vaso de jugo de manzanas,buscó una fuente bonita,un repasador nuevo y se dirigió de nuevo hacia el umbral.
Cañitas vivaces,voladoras le provocaron sensación de más calor ,sin embargo un frío recorrió su cuerpo.
La vereda de enfrente iluminaba los cabellos rubios,su rostro,las sandalias blancas de hebillas de plata, allí había espíritu navideño, baile,risas,villancicos,ilusiones,amistad,y abrazos........
Estaba sentada entre dos veredas opuestas con dos paisajes discontinuos,como si fueran al mismo tiempo dos mundos lejanos y distintos.
En su vereda había soledad,un aire sombrío que se respiraba inexorablemente. La única luz que salía del farol terminó por apagarse.
Amanda ,ahí mismo con sus diez años apoyados sobre el umbral de su casa ,se hizo un juramento.Cuando fuera grande,cuando fuera toda una mujer, las fiestas iban a ser siempre, como "las de la vereda de enfrente".